Y ahí estabas tú...
ante mí con una profecía,
frente a mis ojos en agonía.
Soy un ciego,
Soy un loco,
me robaste mi vida
y no dejaste ni el polvo.
Te entregué mi corazón,
y me preparaba para el éxtasis de la Revelación,
para el encuentro milenario,
en tu más extraño santuario.
Pero desperté y abrí los ojos
y no estabas, fugaz hipnosis,
recuerdo olvidado,
me condenaste a no liberar nuca más a mi amor,
a perderlo y no soñarlo.
Fue así la Revelación...
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